Saltopez del aguamundo

Saltopez del aguamundo
Año: 2010
Técnica: Grabado a buril / Papel
Medidas de grabados: 22 X 25 cm
Medidas de la carpeta: 25 X 28 X 3.5 cm
Contiene: 6 Grabados. 3 Anagramas.

 

Grabados

 

 


Peces y creencias

Juan García Tapia

 

Me he estado preguntando por qué se están poniendo de moda las credulidades más disparatadas, como creer en ángeles protectores, nuevos alimentos curativos o que la muerte es una santa; por qué las religiones tradicionales y las ciencias académicas no están siendo suficientes para dar respuestas a cada vez más personas.

Sé que cada quien forja su propia cosmovisión, y sobre ella actúa en la cotidianidad de sus deberes y sus placeres.

Poco tiempo atrás bastaban una media docena de símbolos, unos cuantos postulados y los mínimos rituales. Ahora las ofertas de dogmas se han multiplicado y diversificado, no con ingenuas intenciones de venta.

Entre los símbolos tradicionales, y que han sido desplazados por la nueva mercadotecnia de supercherías, se encontraba el pez.

No era extraño. Tiene la capacidad de moverse como nosotros, pero sin pies ni manos; se comunica con su propio lenguaje de movimientos; todavía sobrevive con solvencia, como lo hacen cada vez menos seres vivos; pervive en un mundo de agua que nosotros repelemos; nunca ha parecido que nos necesite, como no sucede al contrario; y me parece haber advertido que su apariencia es más variada que la de los seres humanos.

Por otro lado, he conocido creadores artísticos de muy valiosos y fogosos poemas individuales, cuya escritura sucede regularmente a una edad temprana en que uno es inquieto, pertinaz y enamoradizo. O también escritores de crónicas breves y reporteros no sin ingenio.

Lo mismo he percibido en el área de las artes gráficas o las artes plásticas (como ahora se dice).

Sin embargo, estas caligrafías pocas veces animan a sus autores a planear y plantearse obras de gran calado, en las cuales encontrar una propuesta y valores trascendentes, tanto en lo general como en cada una de sus partes.

Y es que la ocurrencia es asesina de la planificación, y el exabrupto inspiracional lo es de las obras totales y unitarias, cuidadas al esmero del detalle.

En la obra de Mizraím Cárdenas, “Saltopez del Aguamundo”, confluyen varias fortunas:

La puesta al día, nuevamente, de lo que significa un pez, particularmente uno que nos es cercano, y con el que la cosmogonía tarasca hasta nos emparienta.

Enseguida, la postulación, efectivamente, de una obra que logra expresarse tanto en su conjunto como en sus particularidades. Cuando esto se logra, estamos frente a una unidad de estilo, en el fondo y en la forma.

En ocasiones, el exceso de técnica anda en búsqueda de temas, o un buen tema escoge a un creador artístico sin el talento suficiente. En estos grabados (es otra de las fortunas) tema y técnica se comunican equilibradamente, postulan una mística auténtica que preside el pez como un símbolo restablecido.

A mí me gusta el formato, es decir, el tamaño de estos grabados, relativamente pequeño. Están desenfocados para recordarnos que ya no vemos bien, o que cada vez queremos ver más difuminado lo que irresponsablemente ha dejado de importarnos; en este caso, el pez blanco, y que por lo mismo, se encuentra en vías de extinción.

Estos peces de Mizraím Cárdenas están acompañados por textos distribuidos a voluntad en cada grabado, igual que como fueron trazadas las líneas que los bocetan apenas; o sea que sólo sugieren que existen (curiosa y refinada manera de hacer una protesta).

Pero lo más valioso que observo en ellos es que el efecto visual nos los presenta como en una pecera, cuyo cristal no está delante sino al interior de quien los mira.